1. La necesidad más apremiante de una persona es la de ser perdona­da.

Sin esta experiencia se sigue preso en el pecado. Sin esta experiencia no hay la posibilidad de la redención que ofrece el Señor.

2. El arrepentimiento no viene por mirar nuestro pecado sino la san­tidad de Dios y su gran amor. 

Sólo Dios es santo, sólo él puede perdonarnos, sólo él puede ayudarnos a dejar nuestros pecados y buscar y vivir la santidad.

3. No necesitamos hacer nada ritual para ser perdonados, sino que somos perdonados por la gracia de Dios según nuestra fe. 

La dependencia en rituales limita nuestra comprensión de la gracia de Dios. El nos busca y quiere perdonarnos; quiere ofrecernos vida nueva. Hay que responder a su oferta con fe.